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martes, 25 de noviembre de 2008

Yo banco a los flogger.



¿La gallareta es un pato? Ni idea, pero creo que sí. O es parecido.
Una vez comí, una gallareta, cazada por unos amigos. Yo era pibe todavía, y estábamos en un campo, un poco de monte, un lugar, la verdad, insoportable.

Por suerte los adolescentes de ahora no hacen esas tonterías, se dedican a ser flogger o emos, y tienen fotolog en vez de guitarras criollas. Mi hermanita, que hoy cumple 13, me tiene al tanto de los distintos matices en la eterna rivalidad entre Las cursis (son ellas) y Los Cerebritos (parientes de Las Nerd) entre otros grupos de menor influencia en la escuela Normal de Paraná.

Usted estará pensando qué tiene que ver el Pato –o la gallareta, que hecha con naranjas afanadas de una quinta, quedan ricas, creo, porque yo me había bajado media damajuana de vino así que me parecían unas perfectas cajitas felices- con los fotolog, y no, nada. Menos todavía con algo relacionado a lo político. Y es que en realidad quería decir algo en torno a los flogger, y resulta que se me vino a la memoria mi propia adolescencia. A mí me aburría cazar, hacer campamentos, cantar hubo un tiempo que fue hermoso, o hacer bandas de rock o, incluso, jugarse el todo por el todo en la próxima conquista de matinée.

Los adolescentes de ahora pueden parecer medio pelotudos, a excepción de que uno sea piedoso consigo mismo y no se recuerde lo pelotudo que uno era. Ni ahí. En fin, que ser adolescente es un poco como el rocanrol: es inevitable hacer el ridículo. Y, ahora viene la intuición: la emergencia de actitudes identitarias tan propias de la adolescencia, siempre, genera conflictos y miedos que se pueden transformar en burlas, con cara de inteligente como la de los pelotudos de Televisión Registrada, o título catástrofe hablando de la Violencia Escolar. Y, por cierto, esa necesidad de identificarse, se hace, a partir de la diferenciación. De renombrarse, diría Lacan. O de ser, como las palabras en la semiótica, en tanto no se es, en tanto todo lo que no soy, soy.

Así que, claro, algo de violencia, siempre hay, y habrá. Sobretodo en una sociedad que se torna cada vez más compleja, y en una sociedad de consumo, claro que esto también se contagia. La discriminación, entonces, tan arraigada en una sociedad que no es racista porque acá no hay razas, o que no tiene problemas con los negros, excepto claro con los negros de alma, y que, en fin, crisol de razas, que no tiene problemas étnicos –pero lo de los gitanos es distinto: es un problema de higiene- y brinda las mismas oportunidades a ricos y pobres de estudiar y progresar, sea en la albañilería o en la física nuclear.

Por todo esto, y sumada la necesidad de construirse una identidad propia de una etapa pensada desde las ciencias sociales como de transición y pensada estratégicamente por el marketing como neurálgica y ya no sujeto en sí, sino ideal en tanto término medio de la vida. Uoopa, que digo pavadas al por mayor hoy.
Pero es necesario que se sepa, dado que es tema obligado en las conversaciones de gente adulta como nosotros, que sabemos sobrellevar con seguridad y confianza nuestras vidas y que somos, completa y frágilmente inocentes del mundo que estamos dejando, decía que es importante que se sepa que yo, de una, banco a los flogger, a los emos, y a lo que venga. Y que sí, un poco, me duele, que la salvaje desigualdad social opere para que muchos pibes con menos guita no puedan comprarse una planchita para el pelo y peinarse tapándose un ojo.

Yo quisiera que el papá tuviera la plata para comprasela.Y los chupines, y el acceso a internet, y que no sufran la doble violencia de quedar excluidos sin posibilidad de elegir. Sospecho y miro mal, los planteos que hablan de “crearles” otra cultura a los adolescentes, y no soy, digamos, ingenuo en cuanto a cuáles son los grandes trazos que eslabonan la condición de posibilidad de una cultura adolescente, y sus variables, sí, capitalistas (¿qué otra cosa cabe esperar?).

No, pero aún así, entiendo que quieran diferenciarse de nosotros, lo entiendo, que quieran crear el otro que no son, lo entiendo. Y lo banco. Quién sabe si es para tanto, pero igual, tenía ganas de decirlo.

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